
Acostado en mi cama, ahogándome en mis propios pensamientos. Suplicando a Dios para que tenga un poco de misericordia y me entregue un poco más de aire. Recordando aquellos momentos en la cual tu eras la razón que la fuerza de gravedad jalaba mi autoestima. Mi autoestima besaba el suelo de lo baja que estaba. Mis pies se llenaban de celos. Aquellos momentos, que la cama me abrazaba y no me soltaba. Tratando de liberarme de ese abrazo no deseado. Te ibas y mejoraba. Volvías y empeoraba. Era una relación tóxica. A diferencia de una relación, no podía tener esa ruptura. Ya que, la otra parte, era yo. Cicatricé mi cuerpo con palabras como: "No eres suficiente", "No mereces estar en este mundo", "Eres una decepción para tus familiares.", "Eres una mierda", "No tienes talento" y "Te odio". Otras personas me lo empezaron a decir, pues me las creí. Cuando lograba levantarme de la cama, me pegaba la máscara con la sonrisa para que las personas en mi alrededor no supieran lo que estaba ocurriendo en mi mente. Era algo paradόjico, porque a las personas más cercanas a mí les mostre lo que había debajo de la máscara. Aunque no sabía explicarle lo que sucedía. Solamente algunos trataron de ayudarme. En esos momentos, realicé quienes eran mis verdaderos amigos. Rechazandome cuando más los necesité. Al igual que entregaba mi confianza a las personas que no se la merecía. Yo como idiota dejaba que me hicieran ese mal. Yo no me valoraba, ¿Cómo otros lo iban a hacer? Por ellos, hubiese hecho cualquier cosa . En ese instante, entendí la frase: "Sintiéndote solo estando rodeado de personas." Camuflajeado dentro de mi casa. Cada vez que me encontraban decía que todo esta bien. No quería que mis padres se preocuparan. Ya que tenían muchas inquietudes en sus vidas y no quería ser una molestia. Traté de decirle a Mamá muchas veces que mi demonio estaba devorando mi alma, pero cada vez que iba a hablar me iba en blanco. Me llegaba el parálisis cada vez que fuera a hablarlo con ella. Entonces decidí escoder a mi demonio. Que solamente yo lo veía y sentía. Ahogaba mi demonio con alcohol para que no se apoderara de mí. Llegaba a mi casa y la cama llamando mi nombre. Yo tratando lo más que pude por ignorarla. Sin embargo, ella ganaba cada batalla. Ella, estaba invicta. Ellos eran parte del ejército que comandaba mi demonio. Seguίa comiendo, pero cada vez era menos. Todo era depende de lo que mi mente decía cada día. Algunos días me decía que estaba gordo y otros muy flaco. Ahífue cuando mi apetito tomó sus daños. De la única manera que lograba dormir era deshidratándome llorando. Mi demonio se tragaba mis lagrimas con galleta de inseguridades. Mi mente un río, que se inundo de pensamientos suicidas. Realmente pensé que no había alternativa. Me iba a quitar mi vida. Mi conciencia me detuvo y tomó control de mí. Primero empezó con las manos e hizo que llamara a mi mejor amigo. Él me convenció que había razón para vivir. Todavía la hay. Aunque fue una persona la que tomó acción para que yo no sufriera ningún daño. Esa pequeña pero gran acción me dio la suficiente esperanza para saber que todo va a mejorar no importa que. Dos años despúes tuve la suficiente valentía de despedir a mi demonio. Cambié los seguros de mi mente para que no vuelva a entrar. Volví a amarme.
P.D: Si algunos de los lectores, tienen pensamientos suicidas. ¡BUSQUEN AYUDA AHORA! Si no la consiguen pueden llamar al 1-800-273-8255 (National Suicide Prevention Lifeline). Todo mejorará. Ten un poquito de esperanza.
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